En la mayoría de los casos, no es difícil distinguir entre la neumonía y la tuberculosis pulmonar. Sin embargo, en pacientes ancianos, diabéticos, insuficientes renales crónicos, pacientes del hígado o portadores del virus VIH, el cuadro clínico y radiológico, tanto de la neumonía y de la tuberculosis, pueden ser atípicos, dificultando el establecimiento de un diagnóstico correcto.
La situación más común en la cual la distinción correcta entre neumonía y tuberculosis se hace necesaria es cuando el paciente presenta un cuadro sugestivo de neumonía, con fiebre y tos, pero no responde de forma adecuada a los antibióticos indicados. La tuberculosis pulmonar es, por lo tanto, uno de los principales diagnósticos diferenciales a pensar en los casos de neumonía de difícil resolución.
En este artículo vamos a resumir las principales diferencias clínicas y radiológicas de la tuberculosis en su forma pulmonar y de la neumonía. Para saber más sobre la tuberculosis y la neumonía, acceda a los siguientes enlaces:
Los casos de neumonía y tuberculosis pueden distinguirse mediante la evaluación cuidadosa de los signos y síntomas, los exámenes complementarios y la historia epidemiológica.
Mientras que la neumonía puede ser causado por muchas bacterias diferentes, y hongos o virus, la tuberculosis tiene un agente etiológico único, Mycobacterium tuberculosis es una bacteria también conocido como bacilo de Koch.
La neumonía bacteriana es causada generalmente por bacterias llamadas Streptococcus pneumoniae, Haemophilus influenzae pero las infecciones, Mycoplasma pneumoniae, Chlamydophila pneumoniae, Klebsiella pneumoniae, Pseudomonas aeruginosa y varias otras bacterias también son muy comunes.
Mientras que la tuberculosis es una enfermedad contagiosa, que puede ser transmitida a través del contacto cercano y requiere aislamiento del paciente por algunos días, la neumonía no pasa de una persona a otra, no hay necesidad de alejar al paciente infectado de sus amigos y familiares.
La tuberculosis es una infección transmitida por el aire, principalmente a través de gotitas expelidas durante la tos o mientras el paciente habla. Un contacto cercano es necesario para que haya la transmisión del bacilo. Familiares y personas que trabajan en el mismo ambiente son los contactantes con mayor riesgo de contagio.
La neumonía, por otro lado, es provocada por la aspiración de bacterias habitualmente presentes en la orofaringe. En situaciones normales, el sistema inmunológico de las vías aéreas consigue neutralizar esas bacterias que vienen de la boca, manteniendo los pulmones libres de gérmenes. Sin embargo, por factores diversos, tales como reducción de la inmunidad, tabaquismo, estrés, falta de sueño adecuado, presencia de otras enfermedades, contacto con bacterias más virulentas que lo habitual, etc., las defensas de las vías aéreas pueden fallar y las bacterias invasoras pueden llevar al desarrollo de una infección en el pulmón.
Una diferencia esencial entre neumonía y tuberculosis es el tiempo de evolución de ambas. La neumonía es una infección aguda, de rápida progresión. En algunas horas, el cuadro clínico del paciente se agrava y el mismo siente la necesidad de buscar atención médica. En general, el intervalo entre el surgimiento de los primeros síntomas y la demanda de atención médica es de 48 a 72 horas.
A veces, la neumonía es precedida de un cuadro gripal. El paciente presenta una gripe común y algunos días después nota un repentino agravamiento del cuadro, con empeoramiento del estado general, de la falta de aire y de la tos con expetoración.
En la tuberculosis la evolución es diferente. Los síntomas van surgiendo de forma lenta y gradual. El paciente nota adelgazamiento y caída progresiva del estado general. La fiebre generalmente comienza baja y se va elevando. Lo mismo ocurre con la tos, que se agrava con el tiempo. Las semanas pueden pasar hasta que el paciente resuelva buscar ayuda médica.
Los síntomas más comunes de la neumonía son la fiebre, que es típicamente alta, por encima de 38, 5ºC, y la tos con expectoración amarilla o verdosada. También son comunes el dolor torácico, principalmente a la respiración profunda, el cansancio y la falta de aire. El paciente habitualmente se encuentra con estado general deteriorado, con taquicardia (frecuencia cardíaca aumentada) y taquipnea (respiración rápida).
En los ancianos, sin embargo, el cuadro puede ser atípico, más arrastado y sin los síntomas habituales. Incluso la fiebre y la tos pueden no ser evidentes.
La tuberculosis, a su vez, suele presentar una fiebre moderada, entre 37, 5ºC y 38, 5ºC, de predominio vespertino (más alta al final de la tarde). Sudores y escalofríos nocturnos también son comunes. El paciente suele presentar cansancio progresivo, pérdida de apetito y adelgazamiento.
La tos con expectoración es común y, después de algunos días de enfermedad, el esputo puede volverse sanguinolento.
En la neumonía, la radiografía de tórax suele evidenciar infiltrados o condensaciones. La imagen típica es una mancha blanca homogénea o heterogénea en la base del pulmón afectado o en el tercio medio. El derrame pleural en el mismo lado es un hallazgo común (lea: DERRAME PLEURAL).
La tuberculosis suele provocar una cavitación en el ápice del pulmón, que proporciona una imagen redondeada, con aire en el interior. El derrame pleural también es posible de ser encontrado.
Obviamente, la imagen radiológica no siempre es tan clara como en los ejemplos abajo.
La neumonía, cuando se trata con los antibióticos apropiados, suele presentar signos de mejora ya en las primeras 48 horas. En algunos pacientes, en 24 horas ya es posible notar mejoría clínica. El tratamiento suele durar sólo 8 días y el paciente en 3 o 4 días ya está completamente libre de los síntomas.
La tuberculosis es una infección que tarda más en responder. La sensación de mejora tarda unos días en aparecer y la fiebre puede desaparecer sólo después de 15 días. La recuperación es más lenta y el tiempo de tratamiento es mucho mayor, durando al menos 6 meses.
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