El aneurisma cerebral es un saliente en forma de globo que surge en una o más arterias cerebrales debido a un debilitamiento de la pared del vaso. El aneurisma tiene una pared mucho más débil que la arteria sana y, por lo tanto, presenta un gran riesgo de rotura, pudiendo causar hemorragias cerebrales graves.
En este texto vamos a abordar las siguientes cuestiones sobre el aneurisma cerebral:
Para información sobre los aneurismas de la aorta abdominal, lea: ANEURISMA DE LA AERTA ABDOMINAL.
Las arterias de nuestro cuerpo son vasos sanguíneos con una pared muscular muy resistente, capaces de soportar la presión con que la sangre pasa por dentro. Si por algún motivo un punto de la arteria se vuelve más débil, dejará de ser capaz de soportar la presión sanguínea, cediendo lentamente, formando un área dilatada, como si fuera una bolsa o un globo. De ahí el nombre aneurisma sacular.
Prevalencia del aneurisma cerebral
Se estima que hasta el 5% de la población tiene al menos un aneurisma cerebral. El 20% de éstos tienen dos o más aneurismas al mismo tiempo. Los aneurismas son más comunes en las mujeres y en las personas mayores de 50 años. La tasa de hemorragia intracraneal por rotura de un aneurisma cerebral, sin embargo, es de sólo 10 por cada 100.000 personas. Por lo tanto, se puede concluir que, a pesar de que el aneurisma cerebral no es una situación rara, la mayoría de ellos no se rompe. En realidad, la mayoría de los aneurismas no causa síntomas y el paciente ni siquiera desconfía que lo tiene.
El problema es que la rotura de un aneurisma, aunque inusual, es un acontecimiento dramático. El 15% de los pacientes fallece antes de llegar al hospital y el 50% mueren incluso después de ser socorridos. Y aun cuando el paciente sobrevive a una hemorragia cerebral, el 50% se queda con secuelas neurológicas.
Los aneurismas surgen por una debilidad en la pared de las arterias. El paciente no suele nacer con un aneurisma, él lo desarrolla a lo largo de la vida. Generalmente son precisos más de un factor actuando concomitantemente para que un aneurisma sea formado. Entre los factores de riesgo más comunes se encuentran:
Algunas enfermedades genéticas están asociadas a un mayor riesgo de formación de aneurismas cerebrales. Los pacientes que poseen cualquiera de las enfermedades siguientes presentan una probabilidad mucho mayor de tener aneurismas que la población general:
- Rines policísticos (lea: RENOS POLICÍSTICOS | Enfermedad policística renal).
- Displasia fibromuscular.
- Síndrome de Osler-Weber-Rendu.
- Coartación de la aorta.
- Síndrome de Moyamoya.
- Síndrome de Marfan.
- Síndrome de Ehlers-Danlos.
- Pseudoxantoma elástico.
- Deficiencia de Alfa1-antitripsina.
- Lupus eritematoso sistémico (lea: SINTOMAS DEL LÚPUS).
- Anemia falciforme (lea: ANEMIA FALCIFORME | TRAZO FALCIFORME).
- Neurofibromatosis tipo 1.
- Esclerosis tuberosa.
Algunas de las enfermedades anteriores son raras, otras son relativamente comunes. Debemos prestar especial atención a la enfermedad poliquística renal, que es un desorden común, que afecta a cada 400 personas y aumenta el riesgo de aneurismas cerebrales en hasta 7 veces.
La mayoría de los aneurismas cerebrales son pequeños y no provoca ninguna señal o síntoma. Muchos son descubiertos accidentalmente durante exámenes de imagen, como tomografía computarizada o resonancia magnética del cráneo, solicitados por cualquier otro motivo.
A pesar de ser habitualmente asintomático, dependiendo de la ubicación y el tamaño, el aneurisma puede comprimir algunas áreas cerebrales importantes, provocando síntomas. Los más comunes son dolores de cabeza, visión borrosa, alteraciones de la pupila, hormigueo, entumecimiento o parálisis en un lado de la cara.
Sin embargo, la situación más común es el aneurisma permanecer silencioso, causando síntomas sólo en el momento en que ocurre la ruptura.
La rotura de un aneurisma cerebral provoca un AVE hemorrágico, que es una emergencia médica gravísima, con elevada mortalidad (lea: AVC | ACCIDENTE VASCULAR CEREBRAL). Cuando un aneurisma se rompe, generalmente provoca la llamada hemorragia subaracnoide, que es causada por el sangrado hacia el espacio subaracnoide, local de las meninges donde circula el licor. Este tipo de hemorragia es típico de aneurismas rotos.
Cuando la sangre escapa al espacio subaracnoideo, el paciente presenta síntomas repentinos. La asistencia médica debe buscarse inmediatamente si el paciente presenta de repente uno o varios de los siguientes síntomas:
- El peor dolor de cabeza de su vida (lea: DOLOR DE CABEZA | Migraña y signos de gravedad).
- Pérdida de la conciencia.
- Crisis convulsiva (lea: EPILEPSIA | CRISIS CONVULSIVA).
- Rigidez de la nuca.
- Vómitos en chorro.
- Visión borrosa o doble.
- Dolor súbito hacia arriba o detrás del ojo, con dificultad para ver.
- Dificultad para caminar o fuerte mareo repentino.
- Debilidad y entumecimiento en un lado del cuerpo.
El riesgo de que un aneurisma cerebral se rompe está directamente relacionado con su tamaño y la velocidad de crecimiento. Los aneurismas de bajo riesgo son aquellos con menos de 5 a 7 milímetros (0, 5 a 0, 7 centímetros) de diámetro y sin crecimiento a lo largo de varios meses. Cuanto mayor es el aneurisma, más débil es su pared y mayor es la posibilidad de que éste continúe creciendo hasta romperse.
Además del tamaño y la velocidad de crecimiento, otro factor importante en el riesgo de rotura es la localización del aneurisma dentro del cerebro. Los aneurismas de la circulación posterior, envolviendo las arterias del sistema vértebro-basilar o comunicantes posteriores, presentaron las mayores tasas de ruptura.
Los estudios muestran que aneurismas mayores de 2, 5 cm, ubicados en las arterias posteriores del cerebro, presentan un riesgo de sangrado superior al 50% en un período de 5 años.
Los dos exámenes más usados para diagnosticar y acompañar un aneurisma cerebral son la angiorresonancia magnética nuclear y la angiotomografía computarizada del cráneo
La decisión de tratar un aneurisma cerebral no roto depende del riesgo de rotura que el mismo presenta a corto / medio plazo. Los aneurismas pequeños en lugares con bajo índice de sangrado sólo se pueden observar.
Estos aneurismas de bajo riesgo pueden ser monitoreados anualmente con exámenes de resonancia magnética o tomografía computarizada por tres años seguidos. Si el aneurisma se mantiene estable, se pueden espaciar los exámenes para cada 2 o 5 años. Si es posible detectar que el aneurisma surgió recientemente (como en el caso del paciente tener una tomografía reciente sin evidencias de aneurismas), los primeros exámenes deben ser hechos a intervalos de 6 meses, pues aneurismas nuevos son aquellos con mayor riesgo de crecimiento.
Los pacientes en tratamiento conservador deben ser instruidos para evitar el tabaquismo, consumo excesivo de alcohol, medicamentos estimulantes, drogas ilícitas y esfuerzo físico excesivo.
En el caso de aneurismas grandes, con alto riesgo de rompimiento, o en los aneurismas que ya se rompieron, el tratamiento es quirúrgico, buscando la interrupción del flujo sanguíneo hacia el lugar del aneurisma, preservando el paso de la sangre por la arteria. En el caso de un aneurisma roto, la cirugía es obviamente urgente.
La embolización del aneurisma es un método menos invasivo que la cirugía y ha ganado popularidad en los últimos años. El proceso es similar a un cateterismo. El cirujano inserta un catéter en una arteria, generalmente en la ingle, que se empuja a través de su cuerpo hasta el aneurisma. Al llegar al aneurisma, un hilo de platino maleable es implantado dentro del mismo, interrumpiendo el flujo sanguíneo y provocando una trombosis del aneurisma.
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